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viernes, 31 de octubre de 2025

La esperanza no ha desaparecido

...pero el que beba del agua que Yo le daré, no tendrá sed jamás, sino que el agua que Yo le daré se convertirá en él en una fuente de agua que brota para vida eterna».
Juan 4:14 (NBLA)

La notificación iluminó la pantalla de mi celular, avisándome  que los resultados de mi biopsia habían llegado. Mi corazón se aceleró. Antes de abrir el mensaje, una ola de incertidumbre se apoderó de mí.

Las tormentas muchas veces llegan sin aviso: un diagnóstico médico, el silencio de un cónyuge, la rebeldía de un hijo, la pérdida de un empleo, una noticia inesperada.

Yo también he estado allí, esperando que algo sane, que mi esperanza se afirme, que algo cambie. He tenido temporadas en las que mi trabajo se sentía inestable, mi matrimonio se sentía frágil y el rol de mamá me dejaba agotada. El mundo se sentía pesado, y también mi corazón. En silencio oraba, Dios, por favor no me dejes en esto.

Últimamente he estado pensando en la espera de Noé. Dios lo preservó en medio de un diluvio masivo, pero cuando cesó la lluvia, la tierra seguía cubierta de agua. Parece que Dios no le dio un cronograma ni actualizaciones, solo silencio. Noé había obedecido a Dios por completo. Aún así, se quedó a la deriva en las aguas de la inundación, tal vez preguntándose si Dios lo había olvidado. 

Y entonces leemos: “Dios se acordó entonces de Noé y de todos los animales salvajes y domésticos que estaban con él en el arca…” (Génesis 8:1).

En las Escrituras, cuando Dios “se acuerda”, no significa que se había olvidado. La palabra hebrea zakar también significa "traer a la mente para actuar". Es una señal de que Dios está a punto de moverse con compasión y propósito.

Y eso fue lo que hizo en Génesis 8:1: “Hizo que soplara un fuerte viento sobre la tierra y las aguas comenzaron a bajar”. El arca se detuvo. Luego llegaron señales de esperanza: una paloma regresó con una hoja de olivo fresca. Finalmente, apareció tierra seca.

Pero Dios no se detuvo allí. Invitó a Noé, a su familia y a todos los animales a salir del arca hacia un nuevo comienzo. Puso un arco iris en el cielo como promesa de que nunca volvería a destruir la tierra con un diluvio… un recordatorio de que Su fidelidad nunca falla.

Dios no sólo protegió a Noé de la tormenta; Él preservó el propósito en medio de ella y restauró lo que se perdió.

El silencio de Dios no significa que Él esté ausente en nuestra espera. Muchas veces es justo en ese espacio donde Él está obrando, preparando, protegiendo y abriendo camino.

Hoy, si te sientes abandonada y sin rumbo, todavía esperando y preguntándote qué sigue, ancla tu esperanza en estas tres verdades, amiga:

Dios te ve. No eres olvidada (Génesis 16:13).
Dios está obrando incluso cuando no es evidente (Isaías 64:4).
Dios te equipa para esperar bien, tal como lo hizo con Noé (Génesis 6:14-16).
A veces la lluvia cesa pero las aguas siguen altas; la sanidad y la esperanza no siempre llegan de golpe. Sin embargo, en el gran amor y la compasión inagotable de Dios, las aguas bajarán y la esperanza se levantará, porque Dios cumple Sus promesas.

Mi esperanza no está en lo que veo. Está en Aquel que me recuerda. Y Él también te recuerda.

Escrito por: Jackie Smith-Bell

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