Vivimos en tiempos de gran incertidumbre en nuestros trabajos, finanzas o relaciones. Esto puede hacer que nos sintamos conmocionados, inquietos o incluso inseguros en nuestra fe. En esos momentos, Dios quiere que sepamos que él es un fundamento firme. Todo a nuestro alrededor puede ser sacudido, y lo será, pero él permanece firme.
En el sexto capÃtulo de Marcos, después de la poderosa sanidad de la mujer con elflujo de sangre (ver Marcos 5:25-34) y la sanidad de la hija del principal de la sinagoga (ver Marcos 5:35-43), Jesús fue a su ciudad natal donde se encontró con una incredulidad absoluta.
Siempre me han asombrado los siguientes versÃculos: “Y no pudo hacer allà ningún milagro, salvo que sanó a unos pocos enfermos, poniendo sobre ellos las manos. Y estaba asombrado de la incredulidad de ellos” (Marcos 6:5-6).
Este versÃculo me deja atónito. ¿Cómo puede un Dios soberano verse atado de manos por la incredulidad de los seres humanos? Lo cierto es que Jesús estaba enviando un mensaje a ese pueblo, diciendo en esencia: “Lo siento, pero otros tienen tanta fe que hacen un agujero en el techo para bajar a un enfermo hasta mà para que lo sane; y ustedes ni siquiera creen que yo pueda sanar”.
Que esto sirva de advertencia a todos. No te vayas, después de leer este mensaje con incredulidad en su corazón.
Claro que hay momentos en nuestra vida en que Dios puede decidir actuar de forma contraria a nuestros deseos. Oramos, suplicamos, creemos para que el Señor intervenga, y él simplemente toma otra dirección. Eso no significa que Dios quiera que dejemos de luchar con su fe. No debemos caer en el hábito de nunca pedir, nunca esperar, ni intentar vivir sin deseos.
¿Aún crees que Jesús puede responder a tus oraciones? ¿Crees que actuará por amor a ti? No importa cuál sea tu prueba, no importa cuán desesperanzada parezca, él está listo para intervenir. PÃdele que te dé fe.
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