Por: Lysa Terkeurst 
Así será Mi palabra que sale de Mi boca, No volverá a Mí vacía Sin haber realizado lo que deseo, Y logrado el propósito para el cual la envié.
Isaías 55:11 (NBLA
¿Alguna vez te has sentido abrumada cuando te sientas a leer tu Biblia?
Yo también… sobre todo cuando me siento cansada y desgastada.
Cuando nos encontramos en momentos de desesperación, quizás simplemente deseamos que Dios derrame sabiduría, respuestas y soluciones inmediatas para lo que nos desgarra el corazón, pero dedicar tiempo a la Palabra de Dios nos ofrece mucho más. Verás, la Biblia no solo nos da instrucciones para hoy; también siembra sabiduría en nuestros corazones para el futuro.
Vemos esta verdad poderosa en Isaías 55:10-11:
-»Porque como descienden de los cielos la lluvia y la nieve, Y no vuelven allá sino que riegan la tierra, Haciéndola producir y germinar, Dando semilla al sembrador y pan al que come, Así será Mi palabra que sale de Mi boca, No volverá a Mí vacía Sin haber realizado lo que deseo, Y logrado el propósito para el cual la envié (NBLA).
Esta imagen del agua habría sido muy significativa para el pueblo de Israel. Debido a su lugar de residencia, dependían en gran medida de las lluvias estacionales. El agua simplemente no era tan accesible para ellos como lo era para otras naciones como Egipto y su río Nilo.
La dependencia de los israelitas de Dios para su sustento y satisfacción física les recordaba constantemente su necesidad de depender también de Él espiritualmente. No solo necesitaban la lluvia para nutrir de inmediato sus plantas. Cumplía una doble función: permitir que los cultivos prosperaran ese año y producir las semillas necesarias para el año siguiente. El agua no solo les proporcionaba sustento para el presente, sino también seguridad para el futuro.
Qué semejante a la Palabra de Dios.
La Escritura, como la lluvia, nos nutre y refresca de inmediato en nuestras circunstancias presentes (Salmo 19:7-10), y también riega las semillas para sustentarnos en el futuro (Isaías 55:10). Dios ya ve todo lo que nos espera, y eso significa que sabe exactamente cómo prepararnos.
Guardar las Escrituras en lo profundo de nuestro corazón nos prepara para los cambios más impredecibles. Las circunstancias imprevisibles. Los momentos que nos quitan el aliento y no nos dejan otra opción que confiar en que Dios nos ayudará a salir adelante. He visto esto con mucha claridad en mi propia vida, incluso en momentos en los que sentía que no tenía mucho que dar.
Así que, amiga, abramos la Palabra de Dios hoy. Aunque no tengas ganas o no estés segura de poder hacerlo, empieza con uno o dos versículos. Y más que solo leer Sus palabras, elige recibirlas. Elige vivirlas. Porque cuanto más aplicamos la enseñanza de Dios a nuestras vidas, más se convierte en parte de nosotras. Para hoy. Para un día. Para todos los días.

 
 
 
 
 
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