LO ÚLTIMO

viernes, 18 de julio de 2025

Él no amenazaba

David Wilkerson

He aquí una verdad asombrosa relacionada con el sufrimiento de Cristo: “…cuando padecía, no amenazaba, sino encomendaba la causa al que juzga justamente” (1 Pedro 2:23).

¡Qué declaración tan contundente! “Cuando sufría, no amenazaba”. Nunca se defendió de quienes lo maltrataban. No castigó ni tomó represalias contra nadie.

¡Qué distinto a nosotros! Nosotros amenazamos cuando el sufrimiento se vuelve insoportable; nos defendemos; protegemos constantemente nuestros derechos y reputación. Y lo peor de todo, amenazamos a Dios. Es algo muy sutil, y la mayoría no nos damos cuenta de lo que hacemos. Cuando nuestras oraciones no reciben respuesta, cuando los problemas y el desastre nos azotan, cuando parece que el Señor nos ha defraudado, cuando terminamos solos y con dolor, nos alejamos de Dios. Dejamos de orar y de leer la Biblia. Seguimos amándolo, pero perdemos nuestro fervor. Empezamos a desviarnos, y nuestra fe se apaga e inactiva.

Todas esas respuestas son amenazas contra el Señor.

Cada vez que dejamos de buscar al Señor con todo nuestro corazón, lo estamos amenazando. Es una forma sutil de decir: “Señor, hice lo mejor que pude, y me decepcionaste”.

El Señor tiene infinita paciencia con quienes sufrimos. Él espera con amor hasta que volvamos a su tierno cuidado. Sin embargo, puede convertirse en una forma de vida y una amenaza para la fidelidad de Dios si nos negamos a despertar y renovar nuestra fe y esperanza en él. Algunos se desilusionan tanto que ceden a sus lujurias y pasiones. Se entregan a sus deseos porque la batalla parece perdida. Es su forma de decir: “¿De qué sirve? Le pido a Dios que me ayude, que me libre, pero la ayuda nunca llega. Sigo teniendo esta cosa dentro de mí después de todas mis lágrimas y oraciones”.

Nuestra mentalidad finalmente llega a esto: “Tengo derecho a hacerlo porque me han lastimado mucho”. Es una amenaza para Dios, una forma de vengarnos de él por no responder la oración a tiempo.

Amados, ¡hay esperanza! El Señor de los Ejércitos está con nosotros. Solo Él es nuestro guardián. Él no permitirá que sus hijos resbalen ni caigan. Estamos en la palma de su mano. Hagamos como Cristo. Él “encomendaba la causa al que juzga justamente” (1 Pedro 2:23). Eso significa poner tu vida completamente en las manos de Dios.

Deja de luchar. Deja de intentar lograr algo con tus propias fuerzas. ¡Encomienda tu cuerpo y tu alma al Señor de los Ejércitos!

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Llena el siguiente formulario tienes algo que decirnos, una petición por la que quieras que oremos o un artículo que quieras que aparezca en este sitio web.

Formulario de contacto

Nombre

Correo electrónico *

Mensaje *