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jueves, 1 de mayo de 2025

No subestimes la oportunidad llamada “hoy”

Pues somos la obra maestra de Dios. Él nos creó de nuevo en Cristo Jesús, a fin de que hagamos las cosas buenas que preparó para nosotros tiempo atrás.
Efesios 2:10 (NTV)

¿No es curioso cómo pasa el tiempo rápidamente, pero muchos de nuestros días a veces parecen iguales?

Vamos al supermercado a comprar comida para la familia, solo para tener que volver la semana siguiente. Ayudamos a nuestros hijos o nietos a armar un rompecabezas y luego tenemos que desarmarlo y volver a guardarlo en la caja. Nos enteramos de los logros de los demás y los comparamos con nuestras vidas, preguntándonos si estamos marcando alguna diferencia.

En medio de la rutina y las tareas cotidianas, podemos sentir que nos estamos perdiendo el cumplimiento de un propósito o tarea mucho más importante. Con un suspiro desesperado ante la cotidianidad, llegamos al final de estos días pensando: ¿Es esto todo lo que hay en mi vida? ¿O tiene Dios algo más para mí?

La Escritura nos dice que Dios ha puesto la eternidad en nuestros corazones (Eclesiastés 3:11). Lo sabemos. Lo sentimos.

Es un presentimiento sagrado. Percibimos la eternidad tan profundamente que sabemos que no es un invento de nuestra imaginación, sino más bien el despertar de la revelación de Dios. Dios nos está señalando la dirección de algo. Una visión borrosa de cómo nuestras vidas aparentemente mundanas podrían cambiar el mundo.

Lo cotidiano puede ser sumamente sagrado. Si obedecemos a Dios en medio de nuestra vida cotidiana, siempre es posible un impacto extraordinario.

Cuando lleguemos al cielo, creo que nos sorprenderá lo que realmente fue importante. Lo que realmente cambió el mundo. Lo que realmente cumplió el propósito para el que fuimos creados. Y los momentos pequeños en que servimos en obediencia resultarán en que Jesús nos diga: «Bien hecho. ¿Recuerdas cuando te tomaste el tiempo para compartir palabras de aliento con alguien que las necesitaba? Ese fue el día en que ayudaste a cambiar el mundo».

Amiga, tienes un llamado único y maravilloso de Dios cada día de tu vida. Encontramos esta verdad claramente expresada en Efesios 2:10. “Pues somos la obra maestra de Dios. Él nos creó de nuevo en Cristo Jesús, a fin de que hagamos las cosas buenas que preparó para nosotros tiempo atrás”.

Ese llamado podría manifestarse hoy mientras haces fila en la oficina postal; mañana podría ser una conversación telefónica con una amiga. Sea lo que sea, recuerda: fuiste creada para participar en la obra divina de Dios.

No sabemos cómo nuestras vidas podrían impactar la eternidad. Cómo podrían desarrollarse nuestras historias, cómo podrían usarse nuestros talentos, dones y recursos, y cómo Dios podría redimir lo cotidiano, que pareciera sin sentido, para traer esperanza a un mundo que la necesita desesperadamente.

Dios creó el ADN de tu ser para que portara Su esperanza y bendijera al mundo con ella. Tu vida nunca ha sido ni será desperdiciada en las manos de nuestro Creador. Cada aspecto tiene un propósito, y cada momento tiene un impacto potencial extraordinario… incluso cuando no lo puedes ver.

Así que toma lo que te parece ordinario y ponlo en las manos de Dios. Pregúntale a Dios cómo quisiera usarlo. Pídele que te revele quién necesita una dosis extra de ánimo hoy y que te ayude a ver las necesidades de los demás mientras recorres el camino al que te ha llamado.

Ahora, oremos:

Querido Señor, gracias por querer usarme hoy. Aunque mis momentos cotidianos parezcan insignificantes, sé que los usarás para tener un gran impacto. Necesito Tu ayuda para aprender a decir “sí” a Tu llamado en mi vida y participar en Tu obra divina. En el Nombre de Jesús, Amén.

Por: Lysa Terkeurst

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