Hagan brillar su luz delante de todos, para que ellos puedan ver las buenas obras de ustedes y alaben a su Padre que está en los cielos.
Mateo 5:16 (NVI)
Era un mensaje de texto sencillo de una amiga un martes por la mañana en el estacionamiento del gimnasio: “Estoy sentada en la sala de espera del consultorio del médico, y Dios hizo que me vinieras a la mente…”
El resto de su mensaje me dejó atónita. Hablaba directamente de mi situación y me recordaba de manera tan conmovedora las promesas de Dios que había olvidado. Había estado conteniendo las emociones durante semanas, pero ahora la presa se rompió y las lágrimas cayeron por mi rostro.
Había estado viviendo una tormenta de fuego de una cosa difícil tras otra. Había estado enojada con Dios, suplicándole que apareciera, rogándole que hablara y proveyera, pero me encontré con el silencio.
Hasta que ese mensaje de texto iluminó mi teléfono y me recordó que Dios me veía, que no me había abandonado y que me había estado guiando todo el tiempo.
No era solo una amiga comunicándose conmigo; sentí como si el Espíritu Santo le habló personalmente a su corazón para enviarme un mensaje de una manera que no lo podía pasar por alto. Y al hacerlo, ella dejó brillar su luz.
Mateo 5:16 dice: “Hagan brillar su luz delante de todos, para que ellos puedan ver las buenas obras de ustedes y alaben a su Padre que está en los cielos”. Se trata de mucho más que actos de bondad al azar. Es una instrucción de Jesús para que nos pongamos a disposición, sigamos Sus susurros y hagamos brillar Su luz a quienes necesitan escucharle.
La forma en que demostramos amor a los demás es mucho más importante de lo que jamás podamos imaginar. Mi amiga hizo esto por mí. Y nosotras también podemos hacerlo.
Podría ser escribir un mensaje de texto rápidamente, usando tus palabras para reconocer los dones que ves en alguien o enviar una comida en un día difícil. Tal vez sea compartir un devocional como este con alguien que necesita aliento. Incluso el gesto más simple puede ser el gran avance que alguien anhela desesperadamente.
Por: Meredith Brock
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