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viernes, 23 de mayo de 2025

Dios es paciente con nosotras

En nuestro viaje, el Señor me ayudó a bajar el ritmo. Hay mucho más en juego en este camino de la crianza de hijos que tan solo llegar a un destino en un momento determinado. 

Adelántese ahora mi señor a su siervo; y yo avanzaré sin prisa, al paso del ganado que va delante de mí, y al paso de los niños…
Génesis 33:14 (NBLA)

Hace varios años, en un viaje por carretera con la familia, tuvimos que parar al menos una vez cada hora. Sin exagerar. A la quinta parada, por el mismo niño, lo único que podía hacer era morderme la lengua mientras caminábamos al baño. Sentí que la impaciencia me inflaba como un globo y estaba a punto de reventar.

En alguna parte de la carretera interestatal 95, el Señor me dio este versículo: “Adelántese ahora mi señor a su siervo; y yo avanzaré sin prisa, al paso del ganado que va delante de mí, y al paso de los niños…” (Génesis 33:14). En contexto, estas son las palabras del patriarca israelita Jacob, respondiendo a su hermano Esaú sobre sus viajes. Sea cuales fueran las intenciones de Jacob en esta conversación, sus palabras son ciertas en general: los niños se mueven a su propio ritmo, ya sea súper rápido o súper lento.

¿Seguiría luchando por viajar a mi propio ritmo o me adaptaría al ritmo de mis hijos, en vista de la paciencia que Dios tiene conmigo?

Verás, en mi camino como madre, no tardé mucho en darme cuenta de que no soy una “supermamá”. Al contrario, me estreso y me impaciento. Soy débil y no solo necesito ayuda, necesito rescate del pecado.

Afortunadamente, el Señor es “compasivo y misericordioso, lento para la ira y grande en amor y fidelidad, que mantiene su amor hasta mil generaciones después y que perdona la maldad, la rebelión y el pecado” (Éxodo 34:6-7, NVI). Dios no se enoja fácilmente. Él es paciente con Sus hijos, ofreciendo segundas, terceras y décimas oportunidades… y la cuenta sigue. Él espera que corramos a Jesús en busca de perdón y salvación (2 Pedro 3:9).

En nuestro viaje, el Señor me ayudó a bajar el ritmo. Hay mucho más en juego en este camino de la crianza de hijos que tan solo llegar a un destino en un momento determinado. La forma en que pensamos, hablamos y nos comportamos con nuestros hijos importa cuando…

Un hijo no encuentra sus zapatos y todos los demás ya están en el coche.
Una hija tarda el doble en comer su almuerzo que el resto de sus hermanos.
Un pequeñín somnoliento necesita que lo carguen a mitad de una caminata familiar.
Un niño aprende a leer más despacio que otros niños.
La discapacidad de un niño limita las actividades familiares.
Ese día, el Señor me ofreció elegir entre un camino piadoso o uno impío. Podía mostrar el mismo amor, paciencia, tolerancia y bondad que Dios me da, o desdén, impaciencia, rudeza e ira. De cualquier manera, importa cómo reacciono cuando mi hijo tiene la vejiga llena.

1 Corintios 13:4 dice: “El amor es paciente, es bondadoso” (NBLA). Cada día, la maternidad ofrece oportunidades para recordar la paciencia de nuestro Salvador con nosotras y para extender la misma a nuestros hijos. Lo que elegimos en esos momentos, en conjunto, marcará la diferencia en lo que nuestros hijos recordarán, no sólo de un viaje por carretera, sino de su infancia.

Por: Katie Faris
Autora de Every Hour I Need You

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