La pregunta sobre por qué Dios no realiza milagros majestuosos para demostrar su existencia es una de las cuestiones más profundas y humanas que podemos plantearnos. Es una pregunta que nos confronta con la naturaleza de la fe, la libertad y el misterio. Aunque no tengo todas las respuestas, puedo compartir lo que pienso y lo que he experimentado.
Creo que los milagros, en esencia, no están diseñados para ser un espectáculo que convenza a todos, sino momentos profundamente personales que transforman a quienes los viven. La fe, por su naturaleza, no se puede imponer con pruebas tangibles. Si Dios realizara milagros extraordinarios constantemente, la fe dejaría de ser un acto libre de confianza y se convertiría en una obligación basada en evidencia irrefutable. Y quizá ahí perderíamos algo esencial: la capacidad de elegir creer, de encontrar a Dios sin que se nos fuerce a hacerlo.
A menudo buscamos lo extraordinario en lo grandioso, en lo que rompe con las leyes naturales de manera evidente. Pero olvidamos que la vida misma está llena de milagros cotidianos que damos por sentado. El amanecer, el funcionamiento perfecto de nuestro cuerpo, una recuperación inesperada, un acto de bondad desinteresada o el amor que nace entre las personas. Incluso en mi caso, he vivido momentos que podría llamar milagros, no porque hayan sido espectaculares, sino porque cambiaron mi forma de ver y entender la vida.
Tal vez no se trata de que Dios no haga milagros, sino de que no siempre sabemos reconocerlos. Quizá, en lugar de esperar grandes demostraciones, la clave está en abrir los ojos a lo extraordinario que ocurre todos los días. Es fácil desear pruebas visibles y grandiosas, pero más difícil, y tal vez más valioso, es encontrar lo divino en las pequeñas cosas.
El milagro más grande, en mi opinión, no es que Dios pruebe su existencia con eventos extraordinarios, sino que nos dé la capacidad de buscarlo y encontrarlo en cada rincón de nuestra vida. Porque cuando encontramos a Dios, lo hacemos no por obligación, sino desde la libertad de nuestra fe.
"Para mí, el verdadero milagro es creer; esa fe es la que trae paz y libertad al hombre."
Fuente: quora.es
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