Parece que estamos viviendo en la era de los programas de entrevistas. Tanto en la TV como en la radio.
Hombres y mujeres se transformaron en celebridades bien pagadas por la televisión debido a sus habilidades para hablar y entrevistar personas.
Muchos conductores de programas de radio talvez nunca se hubieran tornado famosos o ricos, lo que no les impide hablar y expresar sus opiniones al respecto de una variedad ilimitada de asuntos. A primera vista, el lema de algunos de ellos es: "Yo tengo una opinión sobre cualquier cosa, conociéndola o no!"
En el medio empresarial y profesional a los que les gusta hablar, parecen ser recompensados por la multitud de sus palabras. Vendedores y personas del área de marketing se esfuerzan mucho para convencer a otros con sus palabras y raciocinios expertos. Reuniones de negocios a veces son dominadas por pocas personas con personalidades poderosas, personalidad es una propensión para imponer sus puntos de vista.
En cuanto a las personas tÃmidas, no tan elocuentes o ágiles con la lengua, no hay esperanza para ellas? En verdad, los que escogen hablar con más parcimonia, generalmente conquistan admiración y respeto por el uso cuidadoso y por el criterio en el uso de la lengua.
Conozco alguien que es miembro destacado del directorio de una corporación, porque no habla de un modo descuidado. Mientras otros hablan en exceso, el se restringe a escuchar y pensar prudentemente. Y cuando habla, lo que este lÃder tiene que decir, siempre es digno de consideración. Años atrás una compañÃa de inversiones, usó el slogan: "Cuando E.F.Hutton habla, las personas escuchan" Ese hombre podrÃa ser descrito de la misma manera.
A lo largo de los años vengo tratando de aplicar el consejo ya aprobado por el tiempo: "...Por esto, mis amados hermanos, todo hombre sea pronto para oÃr, tardo para hablar" (Santiago 1.19). Me gustarÃa pensar que he tenido algún progreso en esta área, aunque no sea esta mi tendencia natural. Con demasiada frecuencia, he sido tardÃo para oÃr (y pensar) y rápido para hablar! La Biblia ofrece más comprensión en relación al poder - y peligros - de la lengua:
1. El exceso de palabras puede llevar a comentarios impropios y hasta perjudiciales. Usted ya estuvo involucrado en alguna discusión que iba muy bien, hasta que usted dijo algo espontáneamente, y después deseó retirar aquellas palabras? Cuanto menos uno dice, menor es la chance de decir algo que nos haga arrepentirnos mas tarde "En las muchas palabras no falta pecado: mas el que refrena sus labios es prudente" (Proverbios 10.19).
2. El exceso de palabras no demuestra necesariamente conocimiento. Podemos sentir la necesidad de impresionar a las personas con lo mucho que podemos decir sobre determinado asunto, pero generalmente un orador puede realizar más, expresándose con un mÃnimo de palabras bien escogidas, dichas en pocos minutos, en vez de ser una interminable crÃtica severa. "El que ahorra palabras tiene sabidurÃa; prudente de espÃritu es el hombre inteligente" (Proverbios 17.27).
3. El exceso de palabras generalmente causa problemas. Usted ya conoció a alguien que está siempre expresando sus sentimientos y opiniones, sean solicitados o no? Describo a tal persona como alguien que se delicia por entregar a otros un pedazo de su mente que no podrÃa darse el lujo de perder! El dicho "Palos y piedras pueden quebrar mis huesos, pero las palabras no pueden herirme", es una mentira.
Palabras nocivas muchas veces nos acompañan por mucho tiempo después que las heridas fÃsicas ya se curaron. Declaraciones ligeras y sin pensar pueden ofender innecesariamente y muchas veces arruinar amistades cultivadas por muchos años.
Aunque aquello que dijimos sea verdadero, seria bueno pensar sobre la mejor manera y el momento adecuado para decirlo antes de hablar la verdad, considere las consecuencias. "El que guarda su boca y su lengua, su vida guarda de angustias" (Proverbios 21.23).
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