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sábado, 22 de noviembre de 2025

De una postura altiva a una sumisión humilde


Pero ellos y nuestros antepasados fueron altivos; fueron tercos y no obedecieron tus mandamientos.
Nehemías 9:16 (NVI)

Nuestra nueva perrita, rescatada y con un pasado desconocido, pone a prueba mi paciencia. Las palabras “vamos a pasear” la transforman en un torbellino de energía peluda. Baila mientras me ato los cordones de las zapatillas y le pongo la correa. Me tira hacia la puerta mientras recojo mi cartera y las llaves. Pero, cuando me acerco al automóvil, se agacha, extiende las patas delanteras y tensa el cuerpo.

Lo hace cada vez.

Está a poca distancia en automóvil de nuestro sendero favorito, y es el mejor momento del día para ella. Pero ningún premio, ninguna palabra de ánimo, ninguna indicación con firmeza, pueden hacer que se mueva voluntariamente hacia la puerta abierta del automóvil. Tengo que forzarla para que suba, es la única manera de llevarla al lugar donde quiere ir.

Mi perrita se parece mucho a los antiguos israelitas. Querían la buena vida, pero no lo que se requería para conseguirla: obedecer a Dios. Por eso sufrieron las consecuencias de la derrota y la opresión.

Como confesó una vez el israelita Nehemías a Dios, “ellos y nuestros antepasados fueron altivos; fueron tercos y no obedecieron tus mandamientos” (Nehemías 9:16).

La palabra hebrea qashah, traducida aquí como “altivo” también puede significar “terco, rebelde u obstinado”, palabras que yo podría usar para describir la negativa de mi perrita a subirse al automóvil.

¿Me describen estas mismas palabras? Por supuesto. Me parezco mucho a mi obstinada cachorra.

Hace años, por ejemplo, adquirí un libro de ejercicios con tareas diarias para mejorar mis hábitos de oración. Después de unos días, dejé el cuaderno en la repisa e intenté olvidarlo. Sabía que transformaría mi vida de oración, pero, francamente, no quería cambiar. Durante seis semanas me negué a acercarme a ese estante. Al final, por la gracia de Dios, la humilde sumisión prevaleció. Cambié… para mejor.

Pero esa no ha sido la única vez que he resistido la obediencia. Hay amigos a los que debería llamar, pero a menudo me falta la paciencia y la compasión para escuchar sus luchas, así que no tomo el teléfono. Dios me anima a añadir a ciertas personas a mi lista de oración, sin embargo me he negado a escribir sus nombres porque no son personas a las que quiero bendecir o por las que quiero orar. Mi voluntad a veces se antepone a mi deseo de obedecer a Dios.

Amigas, ¿son un poco como mi perrita y como yo? ¿Son obstinadas y se resisten a los mandatos de Dios? ¿Quieren la bendición pero sin la obediencia?

El plan de Dios es para nuestro bien, muy parecido a mi plan de sacar a pasear a mi perrita. Podemos resistir, pero tiene más sentido confiar en Él y experimentar la alegría de la sumisión.

Escrito por: Shirlee Abbott
Fuente: www.proverbs31.org

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