Algunas veces los problemas nos abruman, como sucedió con mi amigo Joe. Antes de que saliera de su casa y se dirigiera al trabajo, recibió cuatro llamadas de larga distancia. Todo el mundo parecÃa tener un problema, y todos querÃan que Joe tomara un avión ese mismo dÃa y fuera a ayudarles. Finalmente le dijo a su esposa que olvidara el desayuno. Salió de la casa tan pronto como pudo. Luego, en el garaje, se dio cuenta de que su carro no encendÃa, por lo cual llamó a un taxi. Mientras esperaba al taxi, recibió una nueva llamada por otro problema. Por fin llegó el taxi; Joe salió corriendo, se sentó en el asiento de atrás y vociferó: «Muy bien, ¡vamos!». «¿A dónde quiere que lo lleve?», preguntó el chofer. «No me importa adónde vamos», respondió Joe, «tengo problemas por dondequiera que vaya».
Un sabio filósofo comentaba una vez que el único obstáculo que debe vencer un águila, para volar con mayor velocidad y facilidad, es el aire. Sin embargo, si el aire le fuera quitado y la orgullosa ave tuviera que volar en el vacÃo, caerÃa instantáneamente, completamente imposibilitada de volar. Los mismos elementos que ofrecen resistencia al vuelo son también las condiciones indispensables para el vuelo. El principal obstáculo que una lancha tiene que superar para navegar, es la resistencia del agua contra el propulsor. Sin embargo, si no fuera por la misma resistencia, la lancha no se moverÃa en absoluto.
La misma ley se aplica a la vida humana: los obstáculos son una condición indispensable para el éxito. Una vida libre de obstáculos y dificultades reducirÃa todas sus posibilidades y oportunidades a nada. Elimine los problemas, y la vida perderá su tensión creativa. El problema de la ignorancia de las masas es lo que da sentido a la educación. El problema de la enfermedad es lo que le da sentido a la medicina. El problema del desorden social le da sentido al gobierno.
En el sur de Estados Unidos, cuando el algodón era el «rey de los cultivos», el gorgojo pasó de México a las zonas de producción y destruyó los sembrÃos de algodón. Los granjeros se vieron obligados a cultivar otras variedades de productos tales como la soja y el manÃ. Aprendieron a usar sus tierras para criar ganado, cerdos y pollos. Como resultado, muchos granjeros llegaron a ser más prósperos que en los dÃas en que el único cultivo era el algodón. El pueblo de Enterprise, en Alabama, estaba tan agradecido por lo que habÃa ocurrido, que en 1910 ¡erigieron un monumento al gorgojo! Cuando cambiaron del sistema de cultivo único a cultivo diversificado se hicieron más ricos. La inscripción en el monumento dice: «Con profundo aprecio al gorgojo y lo que hizo para facilitar la prosperidad».
A lo largo de la vida los seres humanos tendemos a querer librarnos de los problemas y las responsabilidades. Cuando luche con esta tentación le hará bien recordar la respuesta de un viejo solitario a la pregunta de un joven: «¿Cuál es la carga más pesada de la vida?». El anciano respondió, con tristeza: «No tener nada que cargar».
Mi problema no es mi problema
Existe un mundo de diferencia entre una persona que tiene un gran problema, y una persona que hace de un problema algo grande. Durante varios años trabajé en el área de consejerÃa, de veinte a treinta horas semanales. Pronto descubrà que las personas que venÃan a verme no eran necesariamente las que tenÃan los mayores problemas. Más bien eran las que consideraban que sus problemas eran demasiado estresantes. Mi desconocimiento de este principio me llevó a tratar de arreglar los problemas que me traÃan, sólo para descubrir que al salir de ellos se enfrentarÃan a otros. Eran como Carlitos en un programa especial de «Snoopy» en Navidad: no podÃa disfrutar del alegre espÃritu de las fiestas. Lino le dijo: «Carlitos, eres la única persona que conozco que puede vivir en una hermosa época como lo es la Navidad, y convertirla en un problema». Lino, tengo noticias para ti: ¡Hay muchas personas como Carlitos! Sus «problemas» no son verdaderos problemas. La cuestión es que hay reacciones erradas ante los «problemas» y esto los convierte en verdaderos problemas. Lo que importa en realidad no es lo que me sucede, sino lo que sucede en mÃ.
Un estudio de trescientas personas sumamente exitosas, como Franklin Delano Roosvelt, Helen Keller, Wiston Churchill, Albert Scweitzer, Mahatma Gandhi y Albert Einstein indica que uno de cada cuatro tenÃa serias limitaciones fÃsicas tales como ceguera, sordera o parálisis. El 75% habÃa nacido en la pobreza y venÃa de hogares destrozados o de situaciones familiares sumamente tensas o perturbadoras. ¿Cuál es la razón por la que estos triunfadores superaron los problemas, mientras miles de personas en situaciones similares se sienten abrumadas por ellos? Porque rehusaron echar mano de las excusas comunes para el fracaso. Transformaron los grandes escollos en pequeñas piedras sobre las cuales pisar para cruzar los rÃos. Se dieron cuenta de que no podrÃan escoger todas las circunstancias de la vida, pero sà podÃan elegir qué actitudes desplegar frente a cada una de ellas .
Leà sobre el coro de una iglesia que reunÃa fondos para asistir a un concurso de coros, y decidieron lavar carros. Lamentablemente, luego de una ajetreada mañana, por la tarde comenzó a llover y dejaron de llegar los clientes. Finalmente, una de las mujeres escribió sobre un cartel: «NOSOTROS LAVAMOS»; (y con una flecha señalando el cielo) «¡Ã‰L ENJUAGA!».
El periódico Los Angeles Times recientemente publicó esta frase: «Si usted puede sonreÃr cuando todo va mal, usted es un mentecato o un reparador». Yo añadirÃa: «o un lÃder que se da cuenta de que únicamente son problemas los asuntos que alguien convierte en problemas por reaccionar equivocadamente ante ellos». Los problemas pueden ser una distracción momentánea. Usted es el que tiene la última palabra en el asunto.
John C. Maxwell, conocido como un experto en los Estados Unidos en liderazgo. Es autor de más de treinta libros, entre ellos El lado positivo del fracaso, El mapa para alcanzar el éxito, y Las 21 leyes irrefutables del liderazgo, que ha vendido más de un millón de ejemplares.Apuntes Pastorales, Volumen XXIV – Número 1

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