Mateo 28:8 (NBLA)
En el primer Domingo de Pascua, algunas mujeres se levantaron a llevar especias aromáticas para ungir el cuerpo sin vida de Jesús … pero lo que presenciaron fue milagroso.
Un ángel en blanco brillante les reveló que Jesús había resucitado de la muerte. El ángel invitó a las mujeres a ir a ver dónde estuvo Jesús, para luego contárselo a Sus discípulos. Estas mujeres tuvieron la oportunidad de correr para la gloria de Dios. Y eso fue exactamente lo que hicieron (Mateo 28:2-8).
Soy entrenadora de atletismo en la escuela secundaria a la que asisten mis hijas. Una de mis atletas tiene una camiseta que dice “Corro como una chica” al frente y “Trata de alcanzarme” en la parte de atrás. Cada vez que ella lleva esa camiseta, me lleno de alegría. La camiseta es una declaración irónica para aquellos que creen que las chicas deben correr más lento que los chicos.
Aún así, siempre les he enseñado a mis chicas que no corremos sólo para vencer a los chicos o demostrar nuestro valor al mundo. Corremos para la gloria de Dios.
Cuando el escritor del Evangelio de Mateo describió la escena en la tumba de Jesús, citó al ángel diciendo: “Vayan pronto, y digan a Sus discípulos que Él ha resucitado de entre los muertos; y Él va delante de ustedes a Galilea; allí lo verán. Miren, se los he dicho». Y ellas, alejándose a toda prisa del sepulcro con temor y gran gozo, corrieron a dar las noticias a los discípulos”. (Mateo 28:7-8, NBLA énfasis añadido).
Dios podría haber anunciado la resurrección de Su Hijo de maneras grandiosas innumerables, pero Él eligió mandar primero a un ángel para decirle a las mujeres cuyas vidas habían sido transformadas por Su Hijo.
Los Evangelios mencionan que entre estas mujeres estaban: María Magdalena, a quien Jesús liberó de siete demonios; otra María, madre de Santiago; Salomé, madre de Santiago y Juan; y Juana, esposa de Chuza, el siervo de Herodes, a quien Jesús sanó y con quien se asoció a lo largo de Su ministerio (Mateo 28:1, Marcos 16:1, Lucas 24:10). Estas mujeres fieles caminaron con Jesús, comieron con Él, lo escucharon enseñar. “Muchas mujeres” estuvieron ahí el día que Él fue crucificado y la noche que Su cuerpo fue enterrado (Mateo 27:55, NVI).
Al abrirse la tumba vacía, se acercaron para verlo con sus propios ojos, como testigos oculares. Luego corrieron con alegría a compartir la Buena Nueva.
¿Puedes imaginar el dolor y la pena que estas mujeres habían padecido apenas unos días antes? ¿Alguna vez has sentido que toda esperanza estaba perdida, solo para descubrir que había buenas noticias al otro lado?
Imagina a estas mujeres recogiendo sus faldas y corriendo con todas sus fuerzas, volando como águilas, hasta llegar a los pies de Jesús, donde se inclinaron en adoración (Mateo 28:9-10). Corrieron con el propósito que Dios puso en ellas al crearlas, compartiendo la buena noticia de Su resurrección. Nosotras también podemos hacer lo mismo.
Autora: Dorina Lazo Gilmore-Young
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